El tipo la miro sonriente como única respuesta ante aquella
pregunta, lo que termino por enfadar a la muchacha más de lo que ya estaba.
-¿No piensas decir nada?- El maldito dolor de cabeza estaba empeorando.
-
No deberías hablarle así a quien tiene tu futuro
en sus manos.- Por fin dijo el hombre, sin perder la sonrisa en sus labios.
-
Solo dame una cifra, ¡demonios!- Realmente el
dolor de cabeza estaba empeorando con su humor.
-
Veo que eres una chica de armas tomar, igual que
con tus amantes.- Se burló el tipo.- No las tengo aquí. Si fueras tan amable, y
supongo que lo serás, de acompañarme a mi departamento te las daré. Si pagas lo
que pido por ella.
-
No seas ridículo, ¿esto es alguna clase de
broma?- la petición que él sujeto le hacía era irrisoria, mas sin embargo no
tenía alternativa. Realmente su futuro estaba en las manos de aquel
chantajista.- Bien, vamos.- Agrego poniéndose de pie. El Hombre le imito y la
guio hasta el estacionamiento del local, donde abordaron su automóvil y
salieron a toda prisa.
El departamento al que entraron estaba ricamente amoblado,
algo extraño en aquel tipo de personas pensó la chica, más si s ele sumaba la
céntrica ubicación. – Vives en un buen lugar, para ser alguien de tu calaña.-
Observo.
-
Cuida tus palabras. La verdad no soy cualquier
tipejo. ¿Vino? – Ofreció descaradamente el anfitrión dirigiéndose a un estante y tomando una botella y dos copas. La
chica acepto por simple cortesía, cosa que ya no le quedaba mucho, y tomando la
copa que le era tendida sentándose en uno de los sofás del lugar.
-
Ahora hablemos de dinero. – Se hecho hacia atrás
y se froto las cienes antes de beber un generoso trago. El vino era bueno.
-
No es dinero lo que quiero, de eso tengo mucho,
sino algo más difícil de conseguir. Al menos no tanto de ti. –Sonrió divertido
observando las piernas de la modelo.
-
¿Qué quieres? - Pregunto seca ella.
-
Lo mismo que se ve en las fotos… - Respondió el
chantajista sentándose junto a ella y acariciándole el cuello. La mujer se
levantó rápidamente al sentir el contacto de los dígitos con su piel, dando un
manotazo para apartar al sujeto y derramando su copa. El dolor de cabeza ya era
insoportable. - ¿No quieres mi silencio? – Inquirió con tono burlesco el
acosador.
Ahora sus intenciones estaban claras, no era dinero lo que
buscaba sino aprovecharse de ella. ¿Cómo había sido tan incauta para caer en
semejante trampa? Miró severamente al
hombre sentado frente a ella, intentando no hacer algo estúpido. Aún tenía que
comprobar si lo de las fotografías era verdad. – Primero enséñame pruebas,
luego veremos. – Él hombre sonrió y se levantó para ir a meterse a una
habitación, y volver con un gran sobre en sus manos.
-
Aquí están todas. Junto con la memoria de la
cámara con que fueron tomadas.- Rápidamente Erin le arrancó de las manos el
sobre y se puso a examinar su contenido. Cayó de rodillas al suelo cuando
comprobó que era cierto todo lo que aquel tipo le había dicho, las fotos no
mentían. Sus ojos se perlaron, pero se resistió a derramar lágrima alguna por
puro orgullo.
-
Está bien, te daré lo que quieras. –Dijo
aguantando un sollozo mientras se ponía de pie. Ahora el sujeto le observaba
con una mirada llena de lujuria, pensando en qué hacer con ella. Se relamió los
labios y emitió una orden, misma que fue obedecida por la apesadumbrada chica.
Soltó su cabello y lo dejo caer al natural, cubriendo sus hombros. Coló sus
dedos bajo los tirantes del vestido y los deslizó de a poco, descubriendo su
piel lentamente hasta que la prenda termino por resbalar hasta sus tobillos. Producto
de la rapidez con que se vistió, no tuvo tiempo ni siquiera de ponerse un
sujetador, así que ahora estaba parada frente a aquel acosador solo cubierta
por la tanga que llevaba. El dolor en las cienes era terrible, parecía que iban
a estallar.
Los atentos ojos del hombre recorrieron cada centímetro de
aquel perfecto cuerpo, deteniéndose un instante en los montículos que
representaba su firme busto. Se acercó a ella y le acaricio el pelo poniendo su
mano en la nuca de esta, entrelazando sus dedos con los finos cabellos. Le besó
l mejilla y susurro una nueva orden al atento oído de la chica. Esta sin más
remedio que obedecer retrocedió, siempre seguida por el hombre que no retiraba
su mano de la cabeza, librándose en el camino del vestido que le entorpecía el
caminar. Se recostó en el sofá que estaba tras ella cogiendo por la corbata al
misterioso fotógrafo, para arrastrarle junto a ella y dejarlo de rodillas sobre
su casi desnudo cuerpo.
Ahora soltando sus cabellos el hombre se dispuso a
acariciarle ambos pechos haciéndola estremecerse. Mas no era de excitación,
pues esta no podía hacerse presente en ella en un momento así, si no que de
rabia contenida por los hechos que estaban aconteciendo en aquel momento.
Delicadamente la zurda del individuo que estaba encima se deslizó hasta rozarle
la entrepierna por sobre la ropa interior, y cuando intento colarse tras eta en
acto reflejo fue apresada por la muñeca. –No.-
Susurro débilmente oprimiendo la extremidad ajena con sus dos manos. Era
increíble, pero el dolor de cabeza sequia empeorando a una velocidad
inimaginable.
-
Vamos querida, ya hemos llegado hasta aquí. No
me hagas ponerme violento.- La chica soltó tímidamente la mano que sostenía
ante aquella amenaza. – Así está mejor.- Murmuro él, acercándose a su oreja y
comenzando a acariciar la intimidad de la joven.
-
¡No!- Exclamó con fuerza al tiempo que empujaba
con ambas manos al tipo, cuan fuerte le era posible. Este pillado por sorpresa
cayó de espaldas al suelo e impacto contra una mesita, derribándola. Erin se
incorporó rápidamente e intento comenzar una carrera de huida, mas los tacones
la traicionaron y le hicieron tropezar cayendo de rodillas frente al hombre.
Este se incorporó raudamente y tomando un florero que había tirado des de él
mueble con el que choco, lo blandió en el aire.
-
¡Maldita perra, ya me cansé!- le grito al
rostro, antes de romper contra la cien de la chica el objeto que portaba. Al
instante la sangre mano de la herida recién abierta y salpico el suelo de la
habitación. La indefensa mujer se derrumbó sobre su costado izquierdo, algo
aturdida por el golpe. El tipejo se le subió encima y rasgo sin problema alguno
la prenda que aun cubría su menudo cuerpo.
–Vas a ser mía aunque no lo quieras.- Susurro nuevamente junto a su
oído, e introdujo con inusitada violencia dos de sus dígitos en la íntima
cavidad de la modelo.
Ya no solo le dolía la cabeza, pues ahora el malestar se
había extendido a todo su cuerpo. Haciéndose acompañar por un calor abrazador,
que nada tenía que ver con el placer sexual. Arqueó la espalda para intentar
soportar el dolor, ya ni siquiera prestándole atención a la mano que hurgaba
dentro de ella. Y entonces tan rápidamente como se había extendido por todo su
delicado cuerpo aquella calidez mutó en un frío extremo. Se abrazó a si misma haciendo caso omiso del
golpe que le fue propinado por esto mismo, y comenzó a tiritar como si se
encontrara en alguno de los polos terrestres.
La conciencia empezaba a alejarse de ella de a apoco, solo
dejándole sentir los abruptos cambios de temperatura que en su cuerpo se
sucedían. Calor otra vez, luego frío y calor nuevamente. Calor infernal que no
le dejaba respirar en paz. Frío que le congelaba hasta la medula de los huesos,
mismos que parecían resquebrajarse con cada cambio de estado. De verdad era
como si sus huesos se fraccionaran en millones de diminutas piezas y se
reformaran de nuevo, trayendo consigo una nueva forma. Intentó gritar pero su
voz no fue la que escapo por entre sus labios, en su lugar surgió un potente
rugido. Descomunal. Propino un manotazo, con un brazo que no era el suyo, a su
atacante, enviándole lejos. Se puso de pie velozmente y corrió hasta donde
había caído, con una velocidad que no conocía. Haciendo crujir el techo con
este acto, pues la altura del departamento apenas alcanzaba a contener la de su
cuerpo. Por algún misterio de la vida los tacones ya no enfundaban sus pies,
pies que no parecían los de ella.
Zendas garras surcaron el aire y se clavaron en el abdomen
del semi inconsciente hombre, rasgándolo al separarse en su interior. Las
entrañas y músculos que estas pudieron capturar fueron llevadas hasta el hocico
de la chica, para ser engullidas con voracidad. Luego fueron seguidas por las
extremidades inferiores de aquel agonizante y aterrado individuo, para correr
la misma suerte. Un último suspiro de agonía escapo de la boca del hombre,
antes de que su cabeza fuera aplastada contra el suelo por esa enorme pata. Los
sesos y el líquido cerebral salpicaron todo cuando el cráneo cedió, y estalló
con un sordo crujido.
Nuevos y bestiales alaridos sonaron por todas partes,
entremezclándose con leves sollozos, a la par que la carne del reciente cadáver
terminaba de pasar por las fauces del animal. La feroz criatura se acurruco
sobre si misma cuando termino de engullir su manjar, ahora haciendo más
evidente los ahogados llantos y menos los alaridos. Mas la bestia no quería abandonar
aquel estado de frenesí. Tomo carrera
nuevamente y saltó por la ventana más próxima a ella, girando en el aire y
colgándose de la cornisa del edificio con la garra derecha. Solo la Luna,
secundada por el aterciopelado manto negro que era la niche que había caído
mientras intentaban aprovecharse de aquella indefensa chica, observo como se
montaba en el techo del edificio y volvía a acurrucarse en posición fetal. La
metamorfosis que le devolvía su estado original a aquel extraño cuerpo
aconteció hay mismo, reformando nuevamente cada centímetro de este. La chica
permaneció inconsciente por algunos minutos, hasta que los ruidos de gritos y
pasos bajo ella le despertaron lenta y aturdidoramente. En los edificios
contiguos comenzaban a encenderse luces por todas partes. Al parecer el
alboroto había sido enorme.